Ya no había tiempo, parecía. Nerviosismo afuera y mucho más adentro. Pero, de tanto en tanto, el fútbol se da la mano con la justicia. Algo o mucho de eso pasó en Liniers. Porque River no merecía irse con ese reparto frío que lo terminaba poniendo contra la pared en el campeonato. Apareció por enésima vez Belluschi y la acomodó al rincón, ahí lejos del alcance del arquero. Gol de River, victoria y punta. Todo eso en el segundo minuto de descuento, cuando las caras largas se apilaban en la tribuna.
Buscando el desequilibrio
Entrarle al rival. Por ahí pasaba la cosa en esos minutos iniciales en los que tanto River como Arsenal se cerraron bien atrás y resultó todo un acertijo encontrar la fórmula de desequilibrio. Los locales, sin embargo, dieron la sensación de tener mayor vocación ofensiva, sobre todo cuando se soltaba alguno por el lateral derecho. Justamente, Belluschi le ganó las espaldas a su marcador y quedó en posición franca, de cara al arco. Levantó la vista y sacó un derechazo a media altura que el arquero controló dando un paso hacia adelante. Fue el primer intento serio en el Amalfitani.
Arsenal salió a cuidar la punta. Achicó espacios en el fondo y se limitó a tirar kilométricos pelotazos, cruzados en su gran mayoría, para tratar de complicar a los centrales locales.
La pelota iba y venía. Sin dueño. Y sin control, también. Andaba más tiempo por el aire que por el piso. Conclusión: nada, o poco, de precisión. Llamó la atención, como ocurrió en los dos últimos partidos, los desajustes defensivos del equipo de Passarella. Fundamentalmente en el lateral izquierdo, donde Villagra y Rivas intercambiaban errores y dudas.
Cuando parecía que estaba jugando con el freno de mano puesto, llegó el grito grande en Lniers. Tardó en salir la última línea de Arsenal y la pelota quedó boyando a mitad de camino. Ferrari se anticipó y en lugar de tirar el centro al segundo palo, por donde llegaba Farías, optó por hacer un brusco enganche que dejó parado a todos. A la carrera sacó un zurdazo bajo que se metió abajo y, lógicamente, los hinchas explotaron de alegría.
Fue un golpe duro para Arsenal. Como que no esperaba encontrarse con la desventaja. Y se apilaron las imprecisiones, pese a que tuvo el empate a tiro, cuando la defensa de River amagó con tirar el achique y quedó descolocada. Valdemarín quedó increíblemente solo y ante la salida de Carrizo le entró muy abajo y la tiró lejos.
Más allá de la ventaja, lo de River no fue cómodo ni mucho menos. A partir de sus confusiones, algunas repetidas, los de Sarandí se empezaron a animar cada vez más y pudieron empatar. El problema estaba en los metros finales, cuando había que definir. Ahí fallaba, porque la desesperación lo llevaba a apurarse.
De ahí y hasta el final del primer tiempo, nada cambió. Arsenal, es cierto, se vio obligado a pararse diez metros más adelante y esto le dio espacios a River, a Farías sobre todo, para lastimar de contra.
Extrañó la postura del visitante en el arranque del segundo tiempo. En lugar de salir a asumir el protagonismo con la intención de torcer la historia del partido, cedió abiertamente la iniciativa. Y River, claro, sacó su tajada. Con centros combados que cruzaban peligrosamente el área chica y con un zurdazo bajo de Belluschi, que el arquero rechazó como pudo hacia un costado.
Parecía que los de Sarandí estaban sobre las cuerdas. Porque, a esa altura, se mostraban como tres equipos en uno. Defensores por un lado, volantes por el otro y a años luz... los delanteros. Pero de una falla, la enésima del día, llegó el empate. Llama encontró un huequito en el sector izquierdo y se mandó decidido hasta que le dio con alma y vida al segundo palo. Gol y empate en Liniers, donde el final quedaba más abierto que nunca.
Vino lo mejor. Porque River, obligado por su posición en la tabla, salió a jugársela. Metió gente en ataque y acumuló peligro. Pero Arsenal no se quedó con los brazos cruzados. Y también fue. Jugaron sin freno, con intensidad y mucha mayor precisión que en el arranque.
River era puro Farías. Sólo el Tecla mostraba ideas claras de tres cuartos de cancha hacia arriba. ¿Belluschi? Se la pasó hablando. Zapata, por el sector izquierdo, quería hacer todo en velocidad de Fórmula 1. Y el resto acompañaba como podía. Passarella, sin un horizonte claro, puso a Galván en lugar del lesionado Ruben. Había que hacer algo porque el empate no servía. Hubo otro cambio: entró el chico Ríos y salió Zapata. Nada cambió y para intranquilidad general, los minutos se iban como agua.
Desde afuera, la gente alentaba y pedía "ese valor agregado" que tienen los equipos con aspiraciones grandes. Pero River siguió yendo a los ponchazos, sin un conductor y rezando que Arsenal no sacara un conejo de la galera.
Hasta que llegó el gol y la locura para este River que se sacó un peso grande de encima.
CLAUSURA 2007
FECHA 5
11.03.2007
RIVER PLATE 2
Paulo Ferrari, Fernando Belluschi
ARSENAL 1
Cristián Llama
Paulo Ferrari, Fernando Belluschi
ARSENAL 1
Cristián Llama
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